MÉXICO EN LA CRISIS DEL CAPITALISMO-IMPERIALISTA Y EL ASCENSO DE TRUMP




No hay manera de negar la agudización de la crisis económica general del capitalismo-imperialismo. Decir que este sistema no tiene más forma de subsistencia que la opresión y la guerra de rapiña es una obligación de los verdaderos revolucionarios y comunistas en el mundo.



En México hace falta decir estas verdades históricas, señaladas ya con anterioridad por los grandes maestros del proletariado internacional, porque de pronto los liquidadores del proceso revolucionario, desde sus covachas reformistas y revisionistas, pretenden imponernos con su lógica de “unidad a toda costa” salidas facilonas que sirven únicamente al régimen para sofocar la rebelión de las masas.

El ejemplo claro es lo que ocurre ante el ajuste de los precios de la industria energética (hidrocarburos, combustibles, electricidad, etc.) donde la charlatanería de la socialdemocracia y los renegados de la revolución se ha limitado a "exaltar la movilización de masas y la construcción de un gran polo de unidad nacional”, sin respaldar sus discursos con acciones concretas, justificándose diciendo que “el gasolinazo no lo es todo y que vendrán cosas peores”. Las palabras de estos tipos suenan como la cantaleta bíblica del apocalipsis y por supuesto, no construyen ni aportan un carajo a una salida revolucionaria y clasista que permita a las masas populares desatar todo su potencial.

Ese discurso liquidador y su práctica desmovilizadora, le vienen bien al argumento dado por el administrador en turno de la burguesía burocrática y compradora, Enrique Peña Nieto, quién en el pacto por México firmado por los representantes de la burguesía criolla, encabezados por PRI, PAN y PRD, justifica su actuación diciendo que el “ajuste de los precios depende del mercado internacional” y presentándolo como “una buena puntada salvadora” del Estado Mexicano.

Lo cierto es que los revolucionarios y los comunistas estamos en la obligación histórica de explicar una y mil veces que ese “estancamiento económico” que tanto lamenta la burguesía criolla, y que los reformistas y revisionistas pretenden “combatir” desde las urnas morenas y “esperanzadoras”, no es otra cosa que los efectos de la crisis general del capitalismo-imperialismo, y la cual, en lo concreto, tendrá múltiples y cada vez mayores repercusiones sobre la humanidad y la vida de millones y millones de proletarios y trabajadores del campo y la ciudad, sobre las mujeres y la juventud, sobre los pueblos y naciones originarias, en todo el mundo, y en el caso de México como semicolonia del imperialismo yanqui y país con vestigios semifeudales, habrán de recrudecerse principalmente ahora que el fascista Donald Trump toma posesión de la presidencia de los Estados Unidos, debido al papel económico que juega México dentro de la cadena de producción-dominación internacional del imperialismo.

Los liquidadores y los críticos de la burguesía declaran: “la recesión acabará con las reservas nacionales y la divisas que sostienen la economía nacional”. Pero nosotros le decimos a los trabajadores: la crisis general del capitalismo-imperialismo, de no ser detenida por la lucha revolucionaria de las masas populares, destruirá las fuerzas productivas materiales, y no solamente significa el desmantelamiento de la industria nacional o la pérdida de divisas, sino fundamentalmente la propia destrucción del proletariado industrial y agrícola, de los trabajadores de los servicios, del campesinado pobre y los trabajadores del mar, de la juventud, etc. porque la lógica de esta crisis es salvar a la propiedad privada de los medios de producción por encima de la vida de millones de seres humanos.

También la bestia yanqui imperialista está en crisis; por ello las protestas anti Trump se desarrollan desde antes de su imposición y precisamente en el marco de su toma de protesta se miran con mayor energía las demostraciones de masas. Entonces México no es la excepción. Si allá la crisis se desborda, acá solo puede representar el aumento de la miseria y mayor desempleo. Si a la bestia yanqui imperialista le da gripe, México se contagiará de influenza y tragicómicamente podrá vérsele internado con un pronóstico reservado en algún camastro del Seguro Popular esperando lo inevitable.

La crisis cíclica del capitalismo aparece una vez más de forma agresiva como el Cáncer, pero la burguesía y su aparato recaudador exige que esta sea paliada y absorbida por las masas  en beneficio de un puñado de parásitos y vividores del presupuesto público.

Donald Trump nacido el 14 de junio de 1946, de 70 años de edad, presbiteriano, ha cambiado de partido de acuerdo a sus interés comerciales en turno, el billonario dueño de Trump Organization y del reality show The Apprentice, entre otros, toma protesta como presidente  de los Estados Unidos de Norteamérica, con una perspectiva aún más agresiva en las relaciones económicas internacionales, particularmente en cuanto a las renegociaciones económicas EU-China, así como el Tratado de Libre Comercio con México (NAFTA)  y el acuerdo transpacífico (TPP).

No hace falta ser economista para entender que lo que la bestia yanqui imperialista quiere “renegociar” con países como México en materia comercial, es de qué forma estampará mejor su bota sobre el cuello de los mexicanos, concretamente de sus trabajadores.

El outsider aprendiz de Benito Mussolinni y Adolf Hitler ya mencionó y ratificó que construirá un muro, para que gente perniciosa de México no acceda, ya que son delincuentes, violadores y porquería, ha matizado la discursiva dependiendo del foro en que se encuentre, el muro va y México lo pagará de alguna forma. También lo espeta a manera de reto y de provocación belicista, sabiendo de antemano que la burguesía criolla mexicana preferirá acceder a sus designios “elevando una queja diplomática” y sacudiendo los bolsillos del pueblo trabajador para costear esta y otras imposiciones.

Trump, populista de derecha conservadora, plantea regresar la rueda de la historia al viejo capitalismo estatal de mercado, ejerciendo el control de monopolios, imponiendo la economía de guerra, estableciendo por la fuerza la flexibilización y súper explotación de la fuerza de trabajo del proletariado. Él sabe por supuesto que continuarán millones de connacionales en esas tierras, ya que sus actividades, profesiones y servicios, no los realizarán los anglosajones ricos precisamente porque la bestia yanqui imperialista descansa sobre políticas raciales y reaccionarias; lo que busca es controlar el flujo migratorio (saber quiénes entran, sus destinos y sus móviles), imponer a base de la fuerza salarios aún más bajos y esclavizantes, campos de concentración y trabajos forzosos, entre otros esquemas fascistoides copiados de las dictaduras europeas del siglo pasado.

Las medidas de Trump no son novedosas, son parte de una ola fascista con olor a azufre, que vienen precisamente de la vieja Europa. Cerrar las naciones para generar un mercado interno, imposición de precios internacionales (como la burda justificación de Peña) e intervenciones militares a países no alineados.

La crisis general del capitalismo-imperialismo  continuará  ante el agotamiento del modelo imperialista, solo les queda la guerra de rapiña como continuación de la política por otros medios, precisamente por la violencia; y para ello en Norteamérica y México se perfila la imposición de la economía de guerra.


Si Trump se ha planteado redoblar sus acciones militaristas en Oriente Medio, Asia, África y Europa, para Latinoamérica en general y México en particular, también tiene dibujado su propio teatro de operaciones contrainsurgente y de ocupación militar.

Es natural que ante este redoblar de la crisis general del capitalismo-imperialismo, en las calles de México pulule el hartazgo y el desconcierto, las movilizaciones y ocupaciones de estaciones de servicios en colonias populares, así como los saqueos en centros comerciales cercanos a las barriadas obreras de las Ciudades del centro del país. Es natural que ante la falta de una dirección política revolucionaria, la acción espontanea de las masas rebase los escenarios, permitiendo que la socialdemocracia se asuste, los revisionistas se persignen y la burguesía lo capitalice para sus propios fines.

El escenario tratará de ser aprovechado por los mercenarios y los bomberos de la revolución de toda la vida para dar salidas fáciles a las masas, con sus “luchas legales y pacíficas”, que al final ni son luchas ni representan una paz digna y verdadera para las masas populares, dosificando las protestas, movilizándose cuando resulta conveniente en términos de la interlocución-negociación con el régimen, y por supuesto, metiendo a los partidos políticos  de la “izquierda legal”.

Por lo cual es urgente la lucha decidida y contundente de las masas populares, combinando todas las formas de lucha, de acuerdo al periodo histórico, la correlación de fuerzas y el estado de ánimo de las masas populares, planteando siempre el objetivo de pasar a la ofensiva y aclarando que “elevar las formas de lucha” implicará tarde o temprano asumir que la insurrección de las masas trabajadoras y populares no es ofrecer un banquete, ni escribir una obra o pintar un cuadro, no puede ser tan elegante, pausada o fina...

No podemos caer en la “desesperación permanente” del Trotzkismo y el filotrotzkismo que esperan eternamente a que un buen día las masas obreras y populares despierten de su letargo y estallen una “huelga general” que en el mejor de los casos haga contrapeso al aparato represivo del estado con grandes demostraciones de masas que hagan tambalear al régimen.

¡Los trabajadores y los pueblos México no necesitamos “primaveras ni oasis” en el desierto!

¡Necesitamos una insurrección direccionada por un auténtico partido de vanguardia de la clase obrera, apoyado y pertrechado con la ideológica científica del marxismo-leninismo-maoísmo!

Entretanto, mientras el instrumento político del proletariado se construye y se maduran las condiciones para el estallido de la insurrección de las masas, debemos imbuir confianza en el pueblo, en sus propias fuerzas y con sus propias acciones agitativas, demostrativas y confrontativas; construyendo organización clasista y revolucionaria en su seno y enfatizando que la lucha callejera es en sí una escuela de combate para la lucha de clases.


Jorge Dimitrov dijo, justamente a propósito de un escenario internacional semejante al de hoy: “La rueda de la historia gira y seguirá girando hasta el triunfo definitivo del comunismo”.

¡Nosotros los comunistas, los marxistas-leninistas-maoístas, somos el engranaje que permite hacer funcionar y girar la rueda de la historia que vamos a construir!

¡TRUMP FASCIST, YOUR END IS NEAR!
¡YANKI GO HOME!

¡ANTE LA CRISIS GENERAL DEL CAPITALISMO-IMPERIALISMO… UNIDAD Y LUCHA REVOLUCIONARIA SIN TREGUA NI CUARTEL!

¡CON EL SOL ROJO, EL PUEBLO VENCERÁ!